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Hospicio da esperanza a 67 niños con VIH

Jennifer tiene 13 años. Es alta, delgada, morena, y sueña con ser    modelo profesional. Ella es parte de los 67 menores internos en el Hospicio San José que son portadores del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y que fueron abandonados por sus padres o quedaron huérfanos. Los menores reciben atención médica especializada, y el hospicio  patrocina su formación académica.

Menores participan en actividades de motivación en el Hospicio San José para que aprendan a convivir entre sus compañeros. (Foto Prensa Libre: Rodrigo Méndez)

Menores participan en actividades de motivación en el Hospicio San José para que aprendan a convivir entre sus compañeros. (Foto Prensa Libre: Rodrigo Méndez)

CIUDAD DE GUATEMALA- El Hospicio San José fue fundado en Guatemala en 1985 como una organización no gubernamental de ayuda a niños con VIH. La primera sede se estableció en la Ciudad de Guatemala, años después se trasladaron a San Lucas Sacatepéquez y en el 2007 se instalaron en  el kilómetro 28.5 de la carretera a Bárcenas, Villa Nueva.

Patricia Santiz, administradora del hospicio, explicó que atienden a 67 infantes. “Hay atención a niños desde meses hasta adolescentes de 18 años”, explicó Santiz. “La mayoría de niños atendidos  son abandonados en hospitales o con familiares por el hecho de que tienen VIH.

Otros quedan huérfanos y son remitidos hacia acá donde se les da apoyo”, explicó Santiz.

Indicó que en esa institución no solo tienen el cuidado médico, sino también ayuda psicológica, para que aprendan a convivir con su situación. “No solo es que se les dé una pastilla, y ya.  Hay un acompañamiento integral, porque es nuestro fin”,  indicó Santiz.

Agregó que el costo del tratamiento por cada menor de los 67 que hay en el hospicio asciende a Q110 mil o Q120 mil por año. “Un caso no es igual a otro, y acá se trata diferente”, explicó.

Maudie González, médica  del Hospicio, señaló que los pacientes con VIH  siempre están expuestos a enfermedades oportunistas. “Los medicamentos tienen efectos secundarios, como diarreas, vómitos, cambios en la piel. Además, pueden tener problemas renales, de colesterol”, afirmó  González.

Abandonada

Una niña fue abandonada a inmediaciones del Hospital Roosevelt, en el 2012. Los bomberos dijeron que la  menor tenía laceraciones, donde ya había gusanos. La llevaron al hospital   y descubrieron que tenía VIH. Del nosocomio llamaron al Hospicio para darle a conocer la situación.  “Como llegó sin nombre, a la niña se le puso Ana Sofía,  por la gimnasta  que es  un orgullo para el país”, indicó Santiz.

Ana Sofía ahora tiene poco más de 2 años, y corre por los pasillos del inmueble.  Se muestra cariñosa con sus compañeros, los abraza  y besa. Toma de la mano a otra niña y caminan hacia el comedor.

“Cuando tienen atención médica y psicológica desde pequeños es más fácil llevar su condición”, expresó la psicóloga Lucía Grajeda.

Agregó que  con los jóvenes es más complicado. “A ellos no les gusta depender de nada ni de nadie. Entonces, depender de medicinas toda la vida lo toman a veces mal”, dijo Grajeda.

Mientras,  Jennifer   confía en cumplir sus sueños. “No me afecta mi situación, porque debo ser feliz”,  expresó la adolescente.

Ayude a ayudar -Tratar a personas con VIH tiene un alto costo-

El Hospicio  San José atiende a 67 niños con VIH. El costo de atención de cada niño es de entre Q110 mil y Q120 mil cada año.

Además, dan atención a pacientes externos que llegan por  medicina. En total son cerca de 700 personas que atienden de forma constante.

El Estado  hace un aporte   y reciben ayuda de otras instituciones, pero no es suficiente.  Las personas que deseen colaborar con el Hospicio  pueden comunicarse en los teléfonos 6624-4700 o 3002-6393.

“La mayoría de niños atendidos son abandonados en hospitales o con familiares porque tienen VIH, pero acá se les da atención”.  Patricia Santiz, administradora del Hospicio San José.

“A ellos no les gusta depender de nada ni de nadie. Entonces, depender de medicinas toda la vida lo toman a veces mal y les afecta”. Lucía Grajeda,  psicóloga del Hospicio San José.

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