Por sus servicios, estos músicos pueden ganar entre Q60 y Q300 por hora, según el instrumento que interpreten, pero, eso sí, tienen que estar dispuestos a efectuar una caminata que puede durar de nueve a 17 horas, a paso lento, bajo las inclemencias del clima y con poco tiempo para comer o refrescarse.
Labor y Penitencia
“Es un sacrificio, pero lo vivimos con devoción”, dice Humberto Reyes, quien toca el bajo, instrumento que requiere gran capacidad respiratoria.
Marco Antonio Díaz toca la trompeta en una banda procesional, y cuenta que entre marcha y marcha logra comer algo durante el recorrido. “A saber de dónde saca fuerzas uno para concluir los recorridos”, indica.
Ovidio González interpreta el trombón de vara. Considera que es muy grande la oferta laboral para ellos en esta época, pero que ya tienen directores musicales con los que suelen trabajar, aunque esto implica que dejen ir algunos contratos.
Héctor Alfredo Gómez Barillas, maestro de música, contrata a expertos en marchas, pero también a quienes dominan otros géneros.
“Algunos tocan en grupos de música popular, otros integran bandas y algunos son profesionales del Derecho o la Medicina, pero en esta época se dedican a la música”, explica.
Acerca de las piezas más solicitadas, hay algunas bastante tradicionales que se interpretan de “oído”, pero para todas hay partituras, a fin de que la interpretación sea uniforme, aunque los integrantes varíen.
Según estudios, existen entre 700 y 900 marchas procesionales compuestas en Guatemala, aunque también las hay de origen español o italiano.
Gasto
Integrantes de las hermandades afirman que la contratación de músicos representa uno de los mayores rubros del presupuesto, sobre todo para las pequeñas, en tanto que las grandes suelen tener más poder de negociación.
Carlos Pellecer, presidente de la Hermandad de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de la Caída, de la aldea San Bartolomé Becerra, Antigua Guatemala, afirma que la banda que acompaña el cortejo procesional del quinto domingo de Cuaresma está integrada por 70 músicos, lo que tiene un costo cercano a los Q110 mil. Además, está la banda que acompaña a la Virgen de Dolores, que cuesta unos Q70 mil. Ambos conjuntos son bastante nutridos, para proveer un sonido potente y solemne que despierte la devoción.
Juan José Gallina, de la Hermandad de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de Jocotenango, cuenta que año con año evalúan presupuestos y tratan de adaptarse al costo de las agrupaciones musicales. “Nosotros pagamos un contrato en general, por unos Q70 mil. Ya el director se encarga de pagar a cada uno de los músicos”, resalta.
Sergio Contreras, presidente de la Hermandad de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de la aldea Santa Ana, comenta que la banda musical es uno de los aspectos en que ponen especial importancia. Asegura que trabajan durante 10 meses haciendo colectas, ventas de comida y recaudación entre los integrantes, para sufragar los Q80 mil que cobra la banda.
Sacrificio
Gómez Barillas cuenta que el Viernes Santo del 2012, mientras tocaban en la procesión de la Consagrada Imagen de Jesús Sepultado de San Felipe, llovió y todos los feligreses buscaron dónde protegerse, menos unos pocos cargadores y los músicos, quienes tuvieron que seguir tocando las marchas y caminar mojados desde las 19 horas hasta que entró la procesión, pasada la medianoche. “En sectores, el agua nos llegó hasta la rodilla y tuvimos que seguir”, recuerda.
Buscan trabajo y personal
Los directores musicales cumplen doble función, pues ellos ofertan sus servicios a las hermandades de pasión y, una vez logrado el contrato, deben contactar a los músicos.
Guillermo Mendizábal, director de la banda Santiago de los Caballeros, dijo que este, aparte de ser un trabajo, es un arte y una devoción, por lo que hay grupos consolidados.
En su caso, se trata de una tradición familiar, ya que su padre inició la banda hace 60 años y él la dirige desde hace 30. Ha acompañado cortejos procesionales de diferentes partes del país. “Somos personas entregadas al arte musical”, aseguró.
Devoción llega de lejos
La fe y devoción que se observa en las procesiones que recorren las calles de Antigua Guatemala, Sacatepéquez, durante la Cuaresma y Semana Santa han motivado a algunos extranjeros a adoptar esta tradición y ahora viven esta temporada como algo suyo. Ellos destacan el privilegio que significa haber sido aceptados para participar en las tradiciones locales.
Los extranjeros que ahora participan de los cortejos procesionales como cucuruchos afirman que fueron invitados a participar por familiares o amigos, y eso bastó para adoptar la tradición y devoción.
Alexánder Ferrar, ciudadano de Bahamas, vive en Antigua Guatemala desde hace seis años. Cuando llegó se sorprendió por la devoción de los cucuruchos que cargan en las procesiones, así como por la cantidad de fieles que concurren.
“Miro las expresiones de la gente; se nota la devoción, amor y admiración, y eso me gusta. Me hace feliz participar de esto”, afirmó.
Desde hace tres años carga en la procesión del Señor Sepultado de la Escuela de Cristo, por sugerencia de su suegro. Ferrar creyó que por ser extranjero no se lo permitirían, pero le dieron todas las facilidades.
De varios países
Carlos Pellecer, presidente de la Hermandad de Jesús de la Caída de San Bartolomé Becerra, de Antigua Guatemala, expuso que tienen registros de devotos cargadores de El Salvador, Honduras, Estados Unidos, y otros países.
Sergio Contreras, presidente de la Hermandad del Nazareno de la Dulce Mirada, de la aldea Santa Ana, recuerda que hay un salvadoreño que tiene 35 años de venir a cargar en cada Cuaresma, pero que hay de otras nacionalidades y considera esta devoción como un regalo de fe.
“Mi relación con Dios es inmensa. También veo una profunda fe en quienes ven el paso de las procesiones”, resaltó Ferrar.
Vivencias similares tienen Nelson Villalaz Oliva, panameño que carga desde el 2006 en la procesión de La Merced, como acto de penitencia y humildad; Robert Fraser Harris, británico, quien lleva el mismo tiempo de ser cargador en el mismo cortejo, y Daniel Gohstand, fotógrafo estadounidense, quien pasó de tomar fotos a vestirse de cucurucho para integrarse al paisaje, pero luego el entorno de fe se apoderó de él.
Reflexión
El panameño Nelson Villalaz Oliva se casó con una guatemalteca, y carga en la procesión de La Merced desde el 2006. “Es una penitencia y un momento de oración”, dijo. Recuerda que la primera vez le tocó cargar tres cuadras seguidas. “Esa vez pagué muchos pecados”, aseguró.
Fotógrafo
El estadounidense Daniel Gohstand documenta con su cámara las procesiones antigüeñas, y pensó en usar túnica y capirote “para adaptarme y tener un mejor acercamiento”. Vende en Estados Unidos las fotografías para ayudar a un proyecto social en Santa María de Jesús, Sacatepéquez.
Paz y fe
El británico Robert Fraser Harris se casó con una antigüeña, en La Merced de Antigua, y por ello se identifica con este Nazareno. “En otros países no hay nada igual a la devoción guatemalteca”, expuso. Al cargar experimenta una paz interna que lo ha hecho mejor persona, comentó.-Por Miguel López